| Descripción |
En esta copa de la Clase Delicada el interior se cubre con un complejo motivo floral, mediante incisión sobre el fondo negro. Una roseta de ocho pétalos, en el centro, en visión cenital. En derredor, dos bandas, la primera con lengüetas y sépalos, la exterior con pétalos. Dispuestas en círculos concéntricos realizados a compás, son también alusión cuidadosa al trabajo en metal.
Las caras A y B se decoran con sendas partidas presurosas en carros tirados por dos caballos. En uno de los lados los caballos ascienden por los aires, con las patas delanteras y traseras sin apoyar ya en el suelo. Lo guía un joven auriga, que viste quitón o túnica de finísimos pliegues, que le deja desnudos, en libertad, ambos brazos. Sostiene riendas y fusta, su torso inclinado, los labios entreabiertos, expectantes, el pelo suelto al viento. Su acompañante, un guerrero, se agarra a la barandilla del carro. Viste coraza sobre camisa o túnica, y en su izquierda lleva escudo y lanza y, dispuesto de un modo ideal sobre su cabeza, un casco corintio de cabellera ondeante que le deja libre el rostro, pero bajo el cual vemos dos bandas de cuero sobre las sienes, pues debajo lleva un gorro de piel, oriental. Entre la punta de la fusta y las crines corre de izquierda a derecha, en la dirección de la marcha, una inscripción diminuta, de difícil lectura, pero precisa: OINOMAOIS, Enómao, en nominativo.
En la cara posterior la pareja monta en una biga de pegasos o caballos alados. Se indica el momento inmediato al ascenso, cuando los caballos posan aún las patas traseras sobre el suelo y los viajeros se preparan a volar. Quien guía aquí es un joven guerrero. No lleva escudo ni lanza, y sí, en cambio, espada colgada al cinto, con la contera de la vaina señalada. Sus largos cabellos caen en rizos sobre los hombros y señalan su juventud y belleza. Con el cuerpo arqueado acoge entre ambos brazos a la figura quieta de mujer. Ella se confía a él, con el brazo izquierdo posado en su hombro. Viste túnica y manto, que protege un brazo; una diadema ciñe sus cabellos, como una novia. Queda el testimonio de la inscripción, casi completa, sobre las cabezas de los caballos: PELOY, (P)ELOPS, Pélope.
Las dos caras de la copa cuentan el momento último del certamen de Pélope para obtener la mano de Hipodamía, perseguidos por Enómao en el carro tirado por su auriga Mírtilo. El rey Enómao retaba en una carrera de carros a quien optara por la mano de su hija menor, Hipodamía. Solo así, venciéndolos, lograría evitar el oráculo que había predicho que su futuro yerno lo mataría. Numerosos pretendientes habían competido en vano pereciendo en el certamen. Pélope conseguirá la victoria, gracias al carro de oro tirado por infatigables corceles alados, don del dios Poseidón que había atendido a su súplica. Y lo pudo hacer además ayudado de engaños. Se decía que él mismo, o Hipodamía, enamorada al instante de Pélope, sobornó al auriga Mírtilo para que no ajustara bien los pernos de las ruedas del carro de su padre; o, en otra versión, para que sustituyera los pernos de metal por otros de cera. El efecto fue inmediato. En medio de la carrera, el carro de Enómao se desintegró arrastrando al rey enganchado entre las riendas. Enómao no logró, pues, evitar su destino.
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